En estos momentos en los que estás preparando tu boda, puede que lleguen a tu mente algunas dudas sobre si tu pareja es la persona con la que quieres compartir el resto de tu vida.
Aunque llevéis un largo periodo de noviazgo, nunca se está completamente seguro de si se conoce bien a la pareja. No en vano, son muchas las noticias de rupturas y de parejas que se separan y divorcian tras un intento fallido de unión indefinida con la persona que más se ama en este mundo.
Hay quien llega a decir que el matrimonio es la tumba del amor mientras que otros lo ven como la situación que más felicidad puede proporcionar en la vida de una persona.
El noviazgo es una etapa fundamental para que el matrimonio sea fructífero. Durante este periodo se ponen las bases de lo que será la futura pareja. Aunque inicialmente todo el mundo se esfuerza por complacer y agradar a la pareja, poco a poco van surgiendo discusiones, conflictos y malos entendidos que la pareja debe afrontar, negociar y resolver.
Durante el noviazgo se profundiza en el conocimiento de la pareja (y de nosotros mismos). Sin embargo, no siempre salimos del noviazgo con todas las certezas que deberíamos tener.
Los principales errores que se suelen cometer en el noviazgo.
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Confundir deseo con amor.
El deseo es intenso, instantáneo e instintivo. Cuando nos atrapa, nos transporta y todo nos parece ir con el viento a favor. El problema que tiene es que es temporal. No dura para siempre.
El atractivo físico que hace que perdonemos muchos defectos de nuestra pareja, con el tiempo se volverá en nuestra contra. Nos dejará incomprensiblemente desalentados cuando la belleza de nuestra pareja nos resulte rutinaria, o peor aún, cuando veamos cómo, con el inevitable paso del tiempo, aparecen arrugas y se pierde la lozanía que nos cautivó.
En cambio, el amor es permanente, y lo que es mejor, va en progresión. Se basa en las cualidades internas de la persona:
- - manera de ser
- - carácter
- - bondad
- - nobleza
- - ternura
- - simpatía
- - generosidad
El verdadero amor, en contra del dicho habitual, no es ciego. El que es ciego es el deseo.
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Esperar que nuestra pareja cambie.
Es el segundo error del noviazgo. Hemos descubierto algunos hábitos en nuestra pareja que no nos gustan. En vez de pensar si seremos capaces de convivir con ellos, se nos puede ocurrir que es posible cambiarlo.
Es muy frecuente entre las mujeres. Al ver a se pareja tan atenta, dócil y sumisa, piensan que tienen en su poder la llave para cambiar ciertas conductas y “pulir” determinados defectos.
Lo que no se dan cuenta es que su pareja, posiblemente sienta deseo y no amor. Por tanto, cuando el deseo desaparezca o disminuya, volverá cada cual a los hábitos que solo se ocultaron transitoriamente para satisfacer la demanda de la persona “deseada”.
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Utilizar la pareja como medio para conseguir fines.
Se resume en aquella frase: te quiero porque te necesito, en vez de, te necesito porque te quiero.
Muchas personas buscan con el matrimonio salir de un hogar familiar en el que tienen problemas. Otras buscan un mayor estatus social o, simplemente sentirse querido. También se da el caso de quien se casa porque quiere tener hijos o un hogar propio.
En todos los casos hay una falta de verdadero amor, cosa que saldrá a relucir con el tiempo poniendo en serios apuros a la pareja.
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La inmadurez.
Si falla alguna de las dos piezas que componen la pareja, esta terminará por fallar de la misma manera.
Hay personas que siguen dependiendo de su hogar paterno y que no termina de asumir la nueva vida en pareja.
Otras, como si de niños pequeños se tratase, lo quieren todo rápido. No son capaces de hacer el más mínimo sacrificio y su personalidad es como una hoja que se la lleva el viento. terminan por no saber ni lo que quieren y nada siempre por la superficie de las cosas.
Suelen tener determinadas dependencias, unas más complejas que otras:
- - comprar
- - juego
- - alcohol
- - drogas
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Falta de sinceridad
La sinceridad es la piedra angular de cualquier relación personal. Más aún si estamos hablando de una pareja que pretende vivir el resto de su vida juntos.
A veces se ocultan problemas, vicios o sentimientos por miedo a que nuestra pareja nos rechace. Sin embargo, la única manera de lograr una relación estable es afrontando los problemas con sinceridad.
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Falta de afinidad.
Es importante que comprobemos si tenemos intereses, gustos y aficiones en común con nuestra pareja. En el noviazgo es fácil hacer esfuerzos por complacer a nuestro compañero. Esto puede crear la falsa idea de que se comparten gustos.
Con el tiempo se descubrirá la verdad y cada uno terminará haciendo su vida, lo que menoscabará la solidez de la pareja. Básicamente por causa del aburrimiento y de la frustración que provoca el no compartir lo que más le gusta a nuestra pareja.
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Falta de verdadera convivencia.
En la convivencia del matrimonio aparecen los grandes problemas que distan mucho de aquellos que se tienen en el noviazgo (en qué restaurante cenar, qué película ver,…).
Al no haber tenido una oportunidad previa de comprobar cómo se reacciona ante estas situaciones límite, nos podemos llevar un gran desengaño al ver cómo nuestra pareja actúa de modo muy distinto a como nos habíamos imaginado.
Sólo cuando conozcamos la verdadera personalidad de nuestra pareja podremos ponernos en su lugar y comprender mejor cuáles son sus sentimientos e ideas. Así podremos negociar y llegar a puntos de encuentro valorando las diferencias lógicas que se producen en toda relación conyugal.